Mientras en la superficie son los viñedos el mejor atrezo del panorama –más aún en época de vendimia, cuando exhiben una extensa gama de marrones y anaranjados–, bajo tierra, en oscuras y húmedas salas, algunas botellas descansan en un proceso aparentemente tranquilo y aletargado que dará más personalidad a vinos tranquilos y espumosos. Si hay bodegas que nos dejan con la boca abierta (por majestuosidad e historia) otras, literalmente, nos cortan la respiración porque están a varias decenas de metros de profundidad. En la Bahía de Plentzia, en Bizkaia, en una cala en Catalunya o en Canarias los vinos cobran vida bajo el agua.
Si el hallazgo de un mensaje en una botella ha servido para desencadenar historias, canciones y pelis, imaginemos si alguna vez nos encontráramos con decenas de botellas bajo el agua con un contenido bastante menos habitual: vino.
“Hacemos un proceso de atesoramiento en torno al año debajo del agua”, cuenta Borja Saracho, cofundador de Bodega Crusoe Treasure, que envejece sus vinos en una bodega submarina en la Bahía de Plentzia, en Bizkaia. El proyecto nació en 2008, cuando un grupo de aficionados al mundo marino empezó a pensar que el contacto con el mar podía cambiar las características de un vino.
Y así es. Mareas, presiones y salinidad consiguen intensificar sus aromas y mineralidad pero, a la vez, suavizan el paso en boca. “Sus tonos de color se acercan a los azulados y violáceos”, asegura Saracho. Antes de su “chapuzón” en aguas saladas se embotellan en una bodega de Rioja y en otra de Ribera del Duero aunque, además de vinos (con precios que rondan los 180 euros), crían ron, whisky, cervezas, cavas y champagnes.
En Girona, algunos de los vinos que se producen en Roses han encontrado en las aguas de Cala Jóncols su mejor aliado para conseguir una gran frescura en boca y un final ligeramente yodado. Nos cuenta Juan Manuel, promotor del proyecto, que trabaja con varias bodegas a la espera de producir su propio vino con la variedad autóctona lledoner roig: “En la Cala hemos plantado, hace seis meses, los viñedos más pequeños de Catalunya. La intención es poder sumergir una parte de nuestros blancos tranquilos”. Cala Jóncols es el único lugar del Empordà que dispone de una autorización especial, otorgada por la Generalitat, para llevar a cabo esta práctica.
Canarias también se apunta a esta tendencia. A 18 metros está la primera bodega submarina, en Porís de Abona (al sureste de Tenerife), que cría vinos de la mano de Trini Fumero, técnica del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Cumbres de Abona. Interesante su propuesta de incorporar una campana que se queda seca y donde se podrán descorchar y probar los vinos bajo el mar.
Por cierto, para curiosos e interesados hay visitas guiadas en tierra o momentos bajo el agua. Lo comentamos al principio de este texto: estas bodegas cortan la respiración. ¿Nos atrevemos con estos vinos bajo el mar?
Fuente e imágenes: www.guiarepsol.com
Otras imágenes: www.expansión.com, www.enoturis.com